miércoles, 25 de enero de 2006

Yo que fui tormenta, yo que fui tornado, yo que fui volcán.

Increíblemente en la ciudad de Guadalajara está lloviendo y también es increíble como me estoy desmoronando yo. Si queridos amigos brindemos por la imbecilidad, esa que me persigue y se me apropia de mí.

Se me cae la cara de la vergüenza por tener que reconocer que soy de esa clase de mujeres de las que siempre sentí lastima y repulsión. De esas que son manejables emocionalmente, impulsivas, fervientes creyentes de estupidas mentiras, ingenuas y cobardes.

De las que se envenenan de las mieles de los sentimientos y se dejan emborrachar por las promesas de los charlatanes. De las que saben reconocer al victimario y en vez de defenderse, se entregan pasivamente. Quienes no saben decir adiós y no saben gritar, basta.

Las que se traicionan así mismas ignorando sus principios y sus verdaderas necesidades. Las que por alimentarse el ego son capaces de arrastrarse por alguien. Las miserables, las cobardes, las esclavas.

Esa soy yo. No me tengo consideración, por la que pido que tampoco lo hagan. Soy culpable. Y ¿saben por qué todo esto? Porque tengo un cerebro de lenta asimilación y un corazón tan ingenuo que confunde migas de cariño con amor.

¡Qué lastima! Yo que fui tormenta, yo que fui tornado, yo que fui volcán… ahora no soy nada más que una imbecil que sabe que es imbecil y no puede hacer nada para retractarlo.

1 comentario:

  1. Vaya que a la distancia las cosas han cambiado radicalmente y puedo reconocer que estaba muy dolida y este texto no fue mas que una rabieta, algo asi como autocompasion. jajajaja Pero a la distancia solo queda como un amargo recuerdo que me sirve para darme cuenta que un dia cometi un error. Y al final, no importa lo que los demas piensen de ti... si uno es mas que la suma de toodas sus acciones, por eso amo a Sarte.

    ResponderEliminar