sábado, 28 de enero de 2006

El cóctel de los masculinos

Si alguien ha dicho una vez que soy feminista, pues que se corte la lengua. Porque feminista me suena a chica radical que cree que no necesita a los hombres y se siente igual o superior que ellos, algo así como una mujer tratando de ser el mejor de ellos.

Creo que el término femenina me gusta más. Y es un hecho, creo que si en este mundo hubiera mayor cantidad de hombres que mujeres, yo seria proporcionalmente a ello más feliz. Siempre he hablado de mis amigas, de las maravillosas mujeres que son pero ahora creo que quiero hablar de mis amigos, que para fortuna tengo varios.

Tengo al “mejor amigo”. Él que no hay problema que se quede a dormir en casa de tus padres y ya eres parte de sus reuniones familiares. Y somos el dúo dinámico que brinca de fiesta en fiesta. Con el que salgo a desayunar, comer, cenar, al cine, al antro, al café, de compras, de vacaciones. Que es dueño de una vanidad que me supera y tiene un carácter de abogado, siempre litigando.

Tengo al amigo “deporte extremo”. Él que su propia naturaleza es como la naturaleza. Aquel que descubrí cuando intentaba viajes ecoturistas. Y parte de mi inspiración para animarme a practicar deportes extremos y disfrutar de los campamentos. Es quien me sensibiliza con el medio ambiente, la música electrónica y que nuestra relación se ha convertido en un deporte extremo en si mismo.

Tengo al amigo “creo que eres mi alma gemela”. Es de los que ves y no puedes negar que te gusta. Que un día creíamos que éramos almas gemelas en condiciones dramáticas, es decir, las circunstancias coyunturales y a largo plazo nunca van a permitir que seamos pareja. Y nuestra relación se basa en el intercambio de alicientes para aumentar el ego propio, claro, el de él es mas grande que el mío. Es el producto vivo y tangible del karma que me persigue. Y sé que goza cuando cree que está jugando conmigo.

Tengo al amigo “extranjero”. Aquel que habla español pero a veces no entiendes ni pío de lo que dice. Con el que comparto mis dudas existenciales en todo sentido y lo atiborro con mis arranques volubles. Es de esas personas que con solo mirarlas a los ojos les tienes una confianza y un cariño enorme y es difícil de explicar porque.

Tengo a los amigos “cibernautas”. A los que viven lejos. Dos chilenos, un argentino y un hidrocálido. Uno de ellos es un maestro de las cuestiones visuales y tiene como principal característica el cuestionarlo todo y eso me incluye a mí. El otro es un rockero con un look bastante hippie, amante de la música y que considera a las mujeres como un caso complicado. Al último de ellos le he copiado toda su biblioteca musical, es bastante divertido y le admiro la manera tan liviana de tomarse la vida.

Tengo a los amigos “amigos de mis amigas”. Con los que me encuentro en reuniones sociales. Con los que bailo con ellos, brindo por la vida, contamos chistes y me han visto más en estado alcohólico que sobria. Con los que me funciona el doble sentido, las charlas amenas y mi pose de niña fiestera.

Tengo al amigo “estoy enamorado en secreto de ti”. Que suelen ser los más fieles y hacen cualquier cosa para que tu estés bien y te tu cuidan peor que tu padre. Me siento halagada con la atención que me ponen pero es imposible no sentirte mal porque no les puedes corresponder de la misma manera.

También tengo “a los colegas ex universitarios”, “ a los amigos de la preparatoria”, “ a los vecinos”, “ a los compañeros de cursos” etc.

A muchos masculinos tengo como conocidos, compañeros y amigos. Y a todos los adoro porque siempre encuentran la manera exacta para hacerme sentirme bien y en parte son cómplices de los momentos en que mi autoestima se encuentra sus mejores momentos. Y entre tanta variedad me he puesto a pensar ¿para qué necesito un novio?

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