¿A dónde se han escondido los que han dejado de escribir?
Quizás bajo el manto monótono de la rutina,
que de tan exhaustiva, no deja pensar en los propios pensamientos.
O quizás en el olvido de la promesa de compartir los sentimientos,
porque a veces aunque rodeados, parece que andamos muy solos,
sin que nadie se atreva a contradecirnos o corregirnos,
porque todo es relativo, y uno es una idea de propiedad privada,
tan intima, tan velada y tan muda.
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