jueves, 26 de enero de 2006

Las estaciones de la vida.

Un ensayo existencial, escenarios extraordinariamente bellos, un ritmo apacible, pocos diálogos, fotografía exacta, actuaciones sutiles; son elementos que justifican que este Filme haya sido el premiado por el público en la muestra de cine de San Sebastián.

La película está construida sobre símbolos que requieren que el espectador interprete y lo invita a participar en el desarrollo de la misma. Son cinco capítulos divididos de acuerdo a las etapas de la vida. Primavera, la niñez. Verano, la adolescencia – juventud. Otoño, la edad adulta. Invierno, la madurez. Invierno, la senectud.

Los detalles técnicos y la forma del largometraje están demás cuando la obra te provoca a que reflexiones. Son esos filmes que no se olvidan a los cinco minutos, sino tocan fibras íntimas y puedes terminar en lágrimas, en el estado catártico entre el interpretador y la obra, quizás el último fin del arte.

Hay varias escenas por de más especiales, sin embargo hay una que considero la más emotiva, sucede en la estación de invierno cuando el ciclo está por volver a empezar y otra madre ha dejado en manos del maestro a otro niño. El protagonista se amarra a la espalda una piedra y camina con su buda hacia la montana más elevada donde se pueda observar el lago con la casa flotante.

Y en esa piedra va cargando con la irracionalidad de sus actos que se fueron acumulando a lo largo de su vida, pero en las manos lleva la paz espiritual, el camino a la redención. En un ejercicio de entender y controlar las emociones, de renunciar a las cosas de la vida de los hombres, por tratar de encontrar la respuesta a la existencia, por estar en paz con el universo, por deshacerse de lo superficial.

Hay mucho que decir sobre el filme que no sé como organizarlo. Tengo esa sensación de fascinación que no se puede describir con una ensarta de palabras, es por eso que la recomiendo ampliamente. Y si, creo que las opiniones siempre son subjetivas, es decir, del sujeto y depende de su estado de ánimo en gran medida.

Y desde la descripción de mis evocaciones creo que la obra es como una coma, si, un respiro y a la misma vez un énfasis en la entonación de nuestras percepciones de lo que llamamos existencia.

Magnánima obra señor Kim Ki- duk.

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