domingo, 16 de mayo de 2010

¿O Santa o Puta?

Soy descendiente de una familia católica, fui educada en un colegio de monjas josefino. Viví toda mi infancia y adolescencia en una ciudad donde el dicho “pueblo chico, infierno grande” se encuentra grabado debajo del anuncio de bienvenida. Los valores morales de las señoritas decentes fueron grabados como mensajes automáticos en el reproductor de la buena consciencia de mi cerebro. A los 17 años deje mi casa y me fui a estudiar a otra ciudad. Y ahí fue donde empezaron los problemas ¡qué digo los problemas, la confusión! Los dobles mensajes.
No quiero decir que mi pueblo la gente es santa y en las ciudades solo hay gente sin moral, pero algo si es cierto, a mayor concentración de población mayor intercambio de ideologías, acceso a medios de comunicación y contacto con formas de pensar liberales. ¿Pero por qué carajos estoy dando una introducción tan larga? Mi intensión es retratar las dobles situaciones, quizás exagero pero se vale en una ejemplificación.

La revolución sexual de los años sesenta y setenta tuvo sus consecuencias, entre ellas el Baby Boom; una apertura sexual en países del primer mundo; los primeros estudios sobre sexualidad; tratados que combinaban la metafísica y el sexo; ayudo en cierta medida a la liberación femenina y años más tarde, el homosexualismo comenzaría a tomar valor para comenzar su lucha por la igualdad. Sin embargo por alguna extraña razón las teorías conservadoras y las liberales en este tema siguen en pugna. Creo que desde esta óptica, la revolución sexual sólo fue una llamarada que sucedió para cierta gente, en ciertos lugares del mundo. Logró romper con algunos tabúes pero no consiguió todos sus objetivos.

Ahora estamos situados en una época histórica diferente. El sociólogo Zygmun Bauman escribió no hace mucho un libro muy interesante que se llama “Amor Líquido”, donde aborda y describe “las nuevas formar de socialización sexual y afectiva de los hombres y mujeres modernos”, el libro incluye otros temas como la migración y la situación de los derechos humanos. Considero que Bauman es muy exacto para describir, algunos pueden o no estar de acuerdo con sus puntos de vista por lo que creo que es un libro que “provoca” la reflexión sobre nuestra manera de relacionarnos. Y creo que desde ahí comienza el hilo de este post.

Bauman plantea que nuestras relaciones se ven atravesadas por una palabra que está muy de moda desde hace tiempo “consumismo”. Consumimos emocionalmente, consumimos sexualmente. Tenemos esa ansiedad por tomar, saciarnos y seguir adelante, no pararnos en una estación sino seguir en búsqueda de otras posibilidades, tantas como nos sean posibles. Los hombres y la mujeres líquidos huimos de los compromisos, de los estanques, de los para siempre.

El matrimonio no está muy de moda, ya ni siquiera el noviazgo. Se producen y se discuten en pláticas cotidianas sobre las relaciones abiertas llamadas “frees”, “amigos con derechos”, “amigos sin prejuicios”, “amigo-novios”. Y hasta hay niveles dentro de esa categoría “el one night, good bye”, “pareja sexual”, “pareja sexual y sentimental”. Los títulos ya no tienen valor, y hay un punto donde nadie sabe nada de lo que realmente está sucediendo. Es una nueva forma de vida, pero nadie se atreve a escribir un tratado sobre eso, porque ahí radica su naturaleza, es algo que no sé sabe qué es.

Las niñas bien tiene novio, las niñas mal tienen frees. Aunque ya no sé sabe en qué momento una deja de ser de una para convertirse a la otra y viceversa, creo que está nueva situación plantea nuevas conductas y valores para las mujeres.

Por un lado creo que existe la “sensualización” de las mujeres. Cuerpos esbeltos, siliconas, caminatas de pasarela, poses ensayadas para fotografías digitales, postizos, etc. De acuerdo al grupo social hay ciertos parámetros, entre más popular es más recargada la “sensualización”, entre más ideológico se exige más naturalidad, pero la exigencia persiste. Desde siempre a las mujeres se nos ha pedido ser bonitas, hermosas flores para adornar la compañía de un hombre. Pero lo que percibo es que a los trece todavía podías vestirte y actuar como una niña, la moda no era una prioridad.

Y el segundo punto es la “sexualización”. Cualquiera ahora puede bailar como Shakira o tomar clases de baile erótico. Ahora las mujeres van arriba, podemos tomar el control. También es permitido el flirteo sexual y las aventuras casuales. Contraer los músculos púbicos y aprender a abrir la garganta profundamente son tips que te encuentras en cualquier revista femenina.
La “sensualización” y la “sexualización” son dos formas de ponerle nombre a lo que yo percibo, pero no digo que es ni bueno ni malo. Solamente lo es, y estoy inmersa en los actos y las consecuencias.

Lo que si me molesta son los dobles mensajes. Por un lado se te exige ser una chica moderna, practicar una sexualidad sin tabúes, asumir relaciones sin compromisos; pero por el otro, conservar los valores morales, darte tu lugar y ponerte difícil. ¿Sueno estúpidamente común? Permítanme un ejemplo.

Kendra Wilkinson es una ex conejita de la Mansión Playboy. Se hizo famosa por el reallity de las chicas playboy. Cuando abandonó el proyecto para casarse tuvo su reallity exclusivo donde muestran su “nueva vida” lejos de Hugh Hefner.

Seamos claros, la naturaleza de una conejita de Playboy es ser una rubia sin mucho cerebro pero con un cuerpo espectacular. Un objeto sexual para el deleite de los caballeros, porque se preocupan más por el tamaño de sus pechos que por otra cosa. Esa es la fábrica y el negocio de Hefner. Kendra realizo un video porno que trató de vender a una industria de entretenimiento tiempo atrás y ahora está demando para que no se publique. La razón, Kendra ya se casó.

Y tuvo una boda espectacular, al estilo romantiquero de los matrimonios gringos. Tiene un hombre que la ama por lo qué es, y es la mujer más feliz porque va ser madre. Y ahora resulta que también practican los valores familiares. Y esos son los mensajes a los que cualquier mujer tiene acceso. Se trasmite por televisión y se asimila fácilmente.

Entonces ¿qué carajos? ¿O soy una santa, o soy una puta? O me siento orgullosa por quedarme en casa con las piernas cruzadas, o me siento orgullosa por ser una mujer liberal. ¿O me quedo quietecita en el rincón, o tomó la iniciativa? ¿Soy la novia cool que duerme con su novio, o la novia decente que no lo deja dormir bajo el mismo techo que ella?

Las contradicciones me causan angustia, demasiada. Tengo grabados los valores con letra escarlata, pero también asumo las dinámicas actuales. Es difícil sobrevivir a un prejuicio cuando hay voces dentro de ti que lo dan por cierto, pero en este mar de contradicciones creo que lo mejor es tomar una decisión.

Se puede ser una santa, o se puede ser una puta. Pero para cualquiera de las dos cosas, hay que tener mucho valor. Y si, ya sé que la palabra puta suena muy extremista, también santa es una palabra terrorista jajajajajaja. Si le quito la bilis quiero decir: -una mujer de valores conservadores, o una mujer de valores modernos- ¿Mejor no?

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