sábado, 29 de mayo de 2010

365 días...

Apenas el sol se esconde, apenas sale la luna.
Ciclo infinito del año cero, desde el día de mi nacimiento hasta el día de muerte.
365 días.
¿Qué tanto cabe un año?
Declarar lo obvio no tendría razón de ser: encuentros, despedidas, nuevos encuentros. Finiquitos. Lágrimas, despedidas y besos.
Yo vestida de azul y de amarillo.
Es un año que lleva enmiendos, correcciones, notas al pie.
Una historia que vale contar en cualquier rincón de un bar.

Nunca me pude detener aunque me escondiera debajo de las piedras, y cerrara los ojos para tratar de ponerle PAUSE a mi vida.

No llegué al destino porque no tenía uno. Idiotamente, se puede decir, aunque no me siento como la más estúpida, le presté mi existencia al destino. ¿Gané o perdí? Eso no se puede evaluar, solamente viví.

Sin embargo, los meses con sus días, jamás lograron borrar las huellas de los asuntos pendientes. Las olas del mar no los desaparecieron de la arena. No puedo decir que estoy del otro lado del puente, quizás sea porque no sé cuál sea el camino a seguir.

Sólo sé que el tiempo sigue dilatándose, que los 27 están en puerta y que quizás me sienta como una niña sin saber a que dirección correr. No quiero más pretextos, quiero mi vida en marcha, como un tren que emprende un largo camino.

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