miércoles, 29 de marzo de 2006

Educación sentimental.

Ayer por la noche escuché una entrevista que le hacían a Patricia Mercado, la única mujer que compitiendo por la Presidencia de la Republica Mexicana. El programa era de un corte de entretenimiento y no político por lo que me quede averiguar la manera en que iba a sortear las preguntas indiscretas, superficiales ante un personaje vestido de mujer. El resultado fue el mismo, una postura amable y abierta sin dejar de lado el papel del político serio que evade cualquier pregunta comprometedora con sus propuestas de campaña. La formulita así es, da pena decirlo pero no es mas que promoción electoral y se debe de cuidar muy bien de las criticas ajenas, así funciona.

Dentro de sus propuestas y argumentos, para mí ya bien conocidos por mis experiencias anteriores, habló sobre la necesidad de promover la educación sexual entre los adolescentes y jóvenes mexicanos, sobre todo con las mujeres. Y si, eso suena muy bien, de esa manera nos enteraríamos de los métodos anticonceptivos, la manera de prevenir enfermedades, la famosa persuasión para asegurarnos que nuestra pareja se cuide, sobre el condón femenino, la capacidad de decisión; todo muy bien… hasta que me asaltó una idea… ¿y la educación sentimental?

Debido al carácter de la educación tradicionalista/católica mexicana, puedo decir que yo y muchas varias más, crecimos bajo los preceptos religiosos de las “mujeres dignas”, las santas y las vírgenes. Puras, inocentes, abnegadas, sacrificadas por su familia e hijos, austeras, de buenos principios y sobretodo, con la creencia de que el sexo solo para procrear y hay de una si osa en querer parecerse a Maria Magdalena o Eva. Las mujeres pecadoras por naturaleza y motivo para expulsar a la humanidad del paraíso.

Y por el otro lado, las cenicientas mexicanas de las novelas que se consumen como rutina cultural en los horarios estelares, desde que era niña veía más novelas que caricaturas y hasta la fecha las sigo consumiendo. Y ahí aparecen mujeres que se enamoran de un solo hombre, que se sacrifican hasta la muerte por él, que son capaces de sufrir las peores penas por amor, que aman eternamente, se abnegan ante la maldad de las otras, lloran, lloran y todo lo hacen por amor.

Y vaya que tienen efectos secundarios, sin pelos en la lengua puedo decir que un vivo ejemplo soy yo. De vez en cuando sino siempre, me descubro repitiendo las mismas líneas y sufriendo por los mismos argumentos. Desde que tengo uso de memoria creo haber encontrado al príncipe azul, lo idealizo, me enamoro perdidamente y zaz… más temprano que tarde me caigo de la nube. Y me siento la más desdichada, completo performances enteros con lágrimas y dramatismos baratos, creo que el amor no está hecho para mí y sufro ah como sufro.

Y dándome de catorrazos es como estoy aprendiendo, de vivencias propias, consejos de amigas, tías, la madre, de libros como Walter Rizo “amar o depender” y huevadas y medias. Y a varias nos ahorrarían muchas cosas si nos educaran sentimentalmente, bajo el precepto de independencia emocional, autoestima y sin miedo a la soledad.

Lo bueno es que no he hecho un acto digno de lamentarse por amor, todas han sido niñerías, pero seria bueno darse cuenta que la mayoría de jovencitas madres solteras primero se involucraron por amor que por sexo. Que las amas de casa con VIH por Fe ciega a sus maridos y el miedo al abandono, nunca les exigieron que se cuidaran y que todas aquellas mujeres que son golpeadas creen que sin violencia no hay cariño.

Ahora más que nunca las mujeres necesitamos de la educación sexual pero también de la educación sentimental. Enseñar a querer puede ser el principio de prevención sobre muchos problemas sociales.

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