miércoles, 29 de marzo de 2006

Atracción fatal

En el bachillerato la rutina era salir con las amigas al café de moda en la ciudad, la verdad era que no teníamos a otro lugar que ir u otra cosa que hacer. Desfilábamos mas arregladas que de costumbre por la avenida y era casi un reto encontrar un tema de conversación para acompañar aquellas charlas con café y cigarros clandestinos, porque a fuerza de vernos todos los días, nunca había nada nuevo que decir.

Recuerdo que los embrollos existenciales que nos envolvían giraban alrededor de los deberes escolares, las expectativas sobre la carrera y la ciudad en la que íbamos a estudiar la universidad; pero había uno más importante y constante, los hombres y el noviazgo. No tener novio se convertía en uno de los peores tormentos y teníamos que idear estrategias, repensar sobre el tema, buscar la manera.

Novio tuve uno, pero el gusto no me duro tanto, solo lo aguante dos meses y me largue a estudiar ingles en el verano a la ciudad capital del Estado y la historia se termino. Por lo que puedo decir que me quedaban muchas energías y tiempo para lidiar e imaginar como era aquello de las relaciones en pareja.

Si hago memoria me sorprendo de las cosas dichas y pensadas, una de ellas era mi teoría sobre la atracción hacia los hombres. Para mí existían tres dimensiones: El gusto meramente físico, el sexual y el emocional/intelectual. En el primero cabían los chicos que se cotizaban por una cara bonita a la que ninguna se podía resistir, pero era eso, solo una cara bonita que se veía muy bien acompañándote a tu casa después de la salida de la escuela. El segundo, aquel por el que sentías atracción sexual, que te gustaba para besar y abrazar, que no necesariamente era guapo sino que había un no se que, que no permitía que te separas un segundo de él. Y el tercero, que había una empatía sobre los gustos, la personalidad, el trato, las ideas. Con él que podías pasar horas platicando y riendo.

En aquellos tiempos era difícil encontrar aquel que cubriera los tres requisitos y a veces nos veíamos envueltas en dilemas porque ninguno era necesariamente suficiente, siempre existían los peros. Y aquel que los podía cumplir simplemente no te hacia caso. Ya a unos cuantos añitos, vaya ya lo puedo decir, el panorama pinta diferente y son otros filtros lo que se persiguen, las necesidades cambiaron.

Estas vivencias estaban un tanto dormidas en la memoria hasta que hace poco me pasó algo, “el tiene uno no se qué, que no se qué es” hizo gala de su aparición en una cosa: El perfume!! Tengo perfectamente identificados aquellos perfumes que hacen que este tras los caballeros queriendo olerlos todo el tiempo, el primero es Aqua di Gio, el segundo es el Swiss Army y el tercero Z. Y eso del cuento de las feromonas conmigo funciona, de la nada siento una atracción fatal sobre estos caballeros y las hormonas se vuelven locas.

Lo mejor son los abrazos y más si sientes que cabes perfecto en ese recoveco, de esa manera te impregnas del olor de esos machos y terminas oliendo a ellos. Creo que valoro más salir de un antro o fiesta con “su olor” que con una cita para salir después. Ahorita estoy pensando, ¿no será un fetichismo?

No lo sé, pero de algo estoy segura, una de las cosas que no han cambiado desde que era una adolescente es mi debilidad ante una buena loción masculina, por lo que para conquistar a una como yo, evítense sus choros sobados de comprender a las mujeres, su autolástima porque siendo tan excelentes tipos no los pelan, sus promesas efímeras del no va a pasar nada de lo que tu no quieras que pase, su corta memoria de caballeros y su lengua corta… no funciona conmigo, es más fácil, solo usen loción de las anteriores y tendrán todo lo que desean, bueno casi todo.

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