lunes, 26 de julio de 2010

Tu agonía.

Dime que se siente abrir los ojos y sentirte solo. Estás en ese cuarto frio, en una cama dura que parece camilla de los años cincuenta. Hace frio, la luz del sol que se cuela por una ventana empañada te lastima los ojos y te hace despertar. Tiemblas, juntas tus manos, llevas tus rodillas al pecho buscando calor en tu propio cuerpo. Ahí yaces, famélico, débil.

No puedes pensar, aprietas los dientes para no tiritar. Tu piel morena se pinta de blanco, tu desnudez expone lo que escondes debajo de tus sonrisas falsas. Siempre haz sido un maestro de las formas, malabarista de los supuestos, consagrado de la virtud, pero siempre sin fondos, sin compromisos, sin humanidad. Un maniquí mecánico que busca ser perfecto por fuera y devora arte para adornarse, pero no para humanizarse.

Y ahora ahí estás, solo, nadie te espera. Las musas que velaban tu sueño se fueron una a una y poco a poco. Las ninfas que quisiste tener como mascotas soltaron la correa y se largaron a caminar por el mundo. Ninguna te llama, ninguna te felicita en tus cumpleaños, y algunas ni siquiera te devuelven el saludo cuando te ven por la calle. Ninguna quiere volver, festejan su libertad lamentan por la siguiente víctima tuya.

Esas son tus mujeres, las que caminan escondiendo los golpes que les diste bajo sonrisas asesinas. Que llevan marcas en el cuello porque la asfixiaste con tu control. Sus ojos siempre van hinchados de sangre, por las lágrimas que les obligaste a derramar para tu auto veneración.

Asomas la cara por la ventana y vuelves a ver a esas ninfas. Tan lejos de tí, tan bellas en sus vestidos, con los cabellos resplandecientes y los labios color rojo manzana. Y felices, con anillos y guitarras al lado de otros hombres que se ganaron el derecho de hacerlas plenas.

Anda, dime que se siente, que todas salgan corriendo de tu lado, con más ganas de huir que de construir puentes contigo. Tus palabras envenenadas tratan de herir mi espíritu e interrumpir mi sueño, no lo intentes, es imposible, yo vivo custodiada por el alma de los hombres que ame, se llevaron su cuerpo pero me dejaron su espíritu. El amor ilumina mi pieza.

Por eso no me digas que ahora entiendes muchas cosas, porque yo las tuyas las entendí desde hace mucho tiempo, y fui la única que tuvo el valor de volver a tocar a tu puerta, me despediste con piedras. Te inventas un corazón de hierro manipulado por la razón, lo sobrevaloras.

Vuelves a tu cama, aprietas los puños y le das a la pared. Mientras te duela, es mientras estoy. No puedes con eso, el dolor siempre te ha importando más que a mí.

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