viernes, 9 de julio de 2010

Naturaleza salvaje

Me despertó una naranja que cayó en mi cabeza. Mi apacible siesta de una tarde de verano en el valle se vio abruptamente interrumpida por la fuerza de la gravedad. Únicamente pensaba en el dolor del golpe, alguien ya había descubierto la Ley de la Gravedad por lo que dediqué a maldecir las fuerzas del universo. En ese momento lo romántico de dormir al aire libre se convirtió en un martirio al ver los piquetes de moscos en mis piernas, y las formas de las hierbas grabadas en mi espalda. Me levanté y tomé la bicicleta de vuelta a la cabaña.


En medio de aquella soledad y al ver el sol poniéndose me pregunté cómo era posible que me fastidiara tanto de las cosas y de mi poca tolerancia a sufrir incomodidades. Fue cuando me di cuenta que prefería disfrutar de la naturaleza en revistas y películas. No soy mujer para el campo. La puesta de sol me regalaba un momento único pero mis deliberaciones son mis deliberaciones y decidí no detenerme.


Un sapo enorme se cruzó en mi camino, tuve que frenar para no llevarme aquel animal. Era asqueroso y negro. Enojada me detuve a reclamarle, a gritarle y quejarme de mi situación. Fui callada rápidamente cuando escuché que el sapo me respondió – ¡Vaya tu neurosis citadina!- Nunca programé como reaccionar ante esos sucesos por lo que me quedé paralizada por un momento, luego empecé a gritar, y en mis cinco minutos de frenesí decidí que lo mejor era corroborar que el sapo me había hablado. Podría ser mi mente quien me jugará un mal truco.


-¿Señor sapo usted habla?- Le pregunté al animal exótico. Me acerqué cada vez más y más, y le repetí la pregunta de una manera más amable – ¡Oye animal del demonio, te estoy haciendo una pregunta, responde cuando la gente te pregunta- De repente el sapo saltó hacia mi cara y osadamente me besó. Sentí la baba de su piel por mis labios, la sensación más repugnante que ahora sé habría sentido en mi vida. Enojada lo amenacé con pisarlo, y me dispuse a hacerlo, pero saltó tan alto que se agarró de mi pecho. Trataba de escalar hacia mi cara otra vez y no podía sacarlo por lo que me quite el top. Lo envolví y lo atropellé con la bicicleta. Sentí como la llanta hacia explotar al sapo violador, como sus entrañas se esparcían por mi blusa. Suspiré tranquila, mi superioridad humana destruyó a un sapo lascivo.


Sentí como el viento frío me recorrió la espalda y me erizó la piel. Deje la bicicleta junto a un árbol y decidí seguir a pie, tenía mucho frio por lo que me cubrí el pecho con los brazos. La ráfaga no dejaba de soplar, pasaba por mi cabello, por mi cuello, por mis talones. Pronto descubrí que me estaba siguiendo. Sopló tan fuerte y de frente que se me obligó a descubrir mis brazos para mantener el equilibrio, cuando tuve el pecho desnudo el viento se dedicó a acariciar mis senos. Ya no era frío, ahora era cálido y manso. Me asusté por lo que me volví a cubrir y comencé a correr. La corriente me siguió, se enredo entre mis piernas y me pasó por en medio vigorosamente, tanto que desgarró la mezclilla. Busqué desesperadamente un escondite y me resguarde. Me quite los pantalones, ya no tenía caso seguir vistiéndolos, estaban hechos trizas. A los pocos minutos el viento cesó.


Salí de la cueva sigilosamente, la noche ya había caído. No podía creer lo que acababa de suceder. Asustada, medio desnuda, y nerviosa sólo se me ocurrió correr, correr lo más rápido posible. Mis pisadas estrujaban las hojas del suelo y después de subir una pendiente logré ver la luz de la cabaña al fondo, ya no faltaba mucho para llegar a mi destino.


Mis oídos comenzaron a agudizarse al escuchar hojas estrujándose más rápido que a mi ritmo, voltee el rostro y un lobo venía directo a mí, alcancé a ver el furor de su mirada a través de la espesa oscuridad que producían los árboles. Traté de correr más rápido cuando fue derribada por el lobo. Quede boca arriba frente al animal salvaje, tenía su cabeza en mi cara, su saliva caía por mi pecho y sentía su aliento caliente y apestoso.


Cerré los ojos, quería evadir el momento. Apreté los dientes, esperaba el ataque sin embargo el lobo comenzó a lamerme de principio a fin. Sentía todo su pelaje por todo el cuerpo. Sentía su lengua caliente y suave subir y bajar por mi cuello, mis brazos, mis piernas, mi estomago, mis pechos, mi vientre. Comencé a llorar. La irrealidad había rebasado mis expectativas, no sabía cómo reaccionar. Aquello no era placentero, era una afrenta a mi estabilidad emocional.


Aproveché que el lobo estaba manso para pensar en cómo librarme. Concentré la poca fuerza que me quedaba en las piernas y las use para empujarlo de mí. El lobo salió disparado a muy pocos centímetros, solo logré ponerme de pie. Quedamos frente a frente y no hice otra cosa más que correr, tomé una rama del suelo y enfrente al lobo con toda mi furia. No dejaba de pegarle en la cabeza, luego en el estomago, otra vez en la cabeza, le picaba los ojos, otra vez en el estomago hasta que terminó por huir.


Agotada no pude contener el llanto. Tuve que reponerme del sentimiento para tratar llegar a la cabaña. A los pocos metros comencé a gritar a pedir auxilio. Mis amigos salieron a mi auxilio, en cuanto me tomaron me desmayé.


Abrí los ojos, estaba metida en la cama, cobijada y una amiga a mi lado. Al verme reaccionar se acercó y me preguntó que había pasado. Quise contarle, pero sabía que podría sonar irreal. Entonces le dije que un hombre había tratado de abusar de mí en el bosque. Alarmada bajo a contarle al resto del grupo. No pude levantarme para detenerla, en el bullicio escuché que tomaron los rifles y salieron al bosque, me dieron nauseas y volví a quedarme dormida.


Al despertar baje a la cocina. Todos estaban en silencio alrededor de la mesa sin pronunciar una palabra. Me llevaron al auto y partimos hacia la ciudad. Nadie hablo, jamás se comentó lo sucedido, nunca supe que realmente sucedió. Al cruzar el último puente vi a un hombre con ojos de sapo, los ojos y el pecho enrojecidos. Al mirarlo me sonrió y me mostró los colmillos, y al instante como el aire se esfumó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario