domingo, 11 de julio de 2010

Escribir, un oficio.

Todo empezó con un “Adiós Princesa” que me topé en el departamento de mi amiga Lucy. Libro que leí a mi arribo a la Ciudad de México. El libro me atrapó y fue significativo en ese viaje porque recreaba la atmosfera de la capital al mismo tiempo que yo la vivía. Aproveché el contacto social de mi amiga con el autor del libro para agregarlo a mi facebook. Con el tiempo mi amistad con el escritor creció vía virtual.

Pasó mucho tiempo hasta que logramos coincidir, vino de visita a la ciudad y tomé la oportunidad de conocerlo. Un sábado lluvioso y que pintaba para muy tranquilo se convirtió en una tarde con un escritor. Hice gala de mis habilidades como anfitriona y aproveché la oportunidad para hablar sobre el oficio de escribir, tenía enfrente de mí a un escritor, no podía perder esa oportunidad.

La tarde se dilató entre deliberaciones sobre libros, cine, música y Morrissey; en un marco adornado por carnes en su jugo, un café de Chapultepec, jazz callejero y la pelea del Canelo. Los temas fueron varios, agradecí la oportunidad de charlar con un tipo que puede ampliar mi espectro cultural.

Mientras narraba sobre sus experiencias como escritor, la novela que está por terminar y los gajes del oficio; aprendí que aunque Oscar Wilde sostenga que para escribir sólo es necesario tener algo que contar y decirlo, el oficio no es nada sencillo.

Tener algo que contar ¿qué es lo que sabemos, vivimos, conocemos que pueda interesarle a los demás? Y el segundo punto, decirlo, ¿a quién y cómo decirlo? Es otra tarea abrumadora. Las historias son temas complejos, llenos de laberintos y terreno desconocido hasta para la persona que las escribe.

Las letras también maduran con la practica, con la cultura, y hasta con las experiencias de vida del escritor. Compartió conmigo que alguna vez en un taller con Eusebio Ruvalcaba, escritor tapatío, les dijo a sus alumnos que compraran un cuaderno y transcribieran con su puño y letra a Pedro Paramo; porque al igual que los músicos ensayan y escriben las notas de los grandes autores, el escritor debería de hacer lo mismo porque la lectura es más rápida que la escritura, y en el ejercicio de copiado se pueden advertir más detalles sobre el lenguaje y el estilo del escritor.

Además, escribir bien y escribir bonito son dos cosas diferentes, pero al mismo tiempo complementarias. Y como lo dice Cortazar, el oficio de escribir es como el box, la novela es una pelea que se gana por puntos, y el cuento por knock out. La asesoría fue intensa, lo bueno es que siempre fue dentro de una charla muy amena.

Aunque a veces escribo nunca ha sido mi intensión ser escritora. Y cuando lo hago es como un ejercicio de escritura libre, lo que va saliendo es lo que se va plasmando. Por lo que si alguna vez me tomo todo esto en serio, lo que me tocará aprender es a crear una historia. Con ello me refiero a estructurarla, deshebrarla, contemplarla. La palabra oficio se refiere a aquello que se practica diariamente hasta conseguir una muy buena ejecución. Es una actividad relacionada a “hacer” más que al deliberar. El oficio se trasmite de generación a generación. Aunque los oficios necesitan de una especialización en cierta medida, es la experiencia la que va guiando al ejecutante.

Escribir, escribir, escribir. Para mí es un tema complicado, a veces es una necesidad, una imperiosa necesidad por plasmar lo que pienso. Independientemente, estoy contenta porque tengo un Adiós Princesa autografiado. Suerte la mía.

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