lunes, 10 de abril de 2006

Perro que ladra, no muerde.

Se habla de una evolución en las relaciones interpersonales de estos tiempos, donde la igualdad de género es la bandera. Se dice que cada día hay menos machos y más feministas luchando por sus derechos bla bla bla… y lo hombres externan que les encanta que ahora sean las mujeres quienes den el primer paso y aquí donde abro comillas y cito “y yo que dedo me chupo?”.

No soy una seductora en acto ni en potencia, coqueta quizás si. Las estrategias del coqueteo las aplico desde que tenia cinco años. En el kinder había un niño que se llamaba Gerardo y me llamaba la atención, por lo que pedía a mi madre que todos los días me peinara con un mechón de cabello de lado, así podría moverlo coquetamente mientras escribía y conquistar al susodicho. En efecto, un día en el recreo mientras yo me columpiaba divertidamente me pidió que me esperara antes de ingresar al salón y se me declaró. Yo dije si pero puse mi condición “solamente no me vuelvas hablar”. En efecto, nunca mas me volvió hablar, hace algunos años lo encontré y trate de persuadirlo a recordar el hecho, imposible! Ni siquiera me ubicaba como su compañera y para mi mejor, para el sapito que se ha convertido jajaja.

Hechos de la misma índole siguieron sucediendo sin mayor importancia hasta mi llegada a la secundaria. Ahora era un amigo de mi hermano, lo enrede entre tanta palabrería que terminamos siendo novios, al siguiente día lo corte y no le dio mucha importancia la hecho, prefirió seguir jugando fútbol.

Corrían los primeros años en la Preparatoria y sentí love at the first sight con Cristian. Un día me lo encontré en un bautizo, baile con él, me puse ebria y le declare mi amor.. Escena tan patética!! Jajaja. A las dos semanas cortó a su novia y nos hicimos novios, al tercer día ya quería cortarlo y a la semana huí.

Y la cosa se hizo cada vez más intensa: pasaron por el pasillo César, Bismarck Morelia, pepe Zacapu… con los que corrí con poca suerte, al primero lo hostigue, el segundo me quería como una amiga y con el tercero hasta por eso salimos de pleito.

Y llegó Daniel. Dos amigas sostenían una fuerte rivalidad por él y yo era el paño de lágrimas de los tres. A manera de venganza personal a una de ellas, se me ocurrió la grandisima idea de jugarme las cartas y quedármelo yo. Lo cité en mi casa, le metí ideas en la cabeza y le pedí que fuera mi novio, accedió. Eso fue un escándalo y para que no sospechara de la venganza, a los dos meses lo corté.

Claro que me quedaron remordimientos de conciencia pero no fueron los tremendamente bárbaros para impedir que una noche de disco preparatoriana me armara de valor y fuera sobre otro Daniel. Vaya que le sorprendió mi manera de abordarlo, sin más pelos en lengua le dije que me gustaba. A la semana llamó a mi casa y todo se echo a perder cuando se dio cuenta que también pretendía a un tercer Daniel, el caso está que al final yo me terminé enamorada de él y siendo parte de sus mejores amigas sin ninguna pretensión a ser algo más. Esa fue una triste historia. Sin embargo siguió Andrés, un joven dos años menor que yo, nunca llegamos a concretar nada pero creo que lo espante.

Entré a la universidad y lo que antes me era bien festejado, ahora ni siquiera podía contarlo, entre a un círculo mocho, es decir, a uno más conservador moralmente, por lo que me calmé por un rato.

Apareció Rogelio en mi vida, con él no fui directamente al grano, de algo me sirvieron los tropezones anteriores para saber templar el interés del otro. Poco a poco me le fui metiendo, cada vez platicaba más conmigo, después nos escribíamos vía mail hasta que logré engancharlo de tal manera que nadie cabía en las conversaciones entre él y yo. Fuimos los dos cayéndonos de ebrios quienes dimos el primer paso, hice gala de mi mente oponed mind y quise ponerle las cartas sobre la mesa y discutir abiertamente eso de ser frees, el muy cobarde nunca lo aceptó, el decía que eso daba para mucho más. Al final de cuentas la que tuvo la razón fui yo y esa es una historia aun mucho más trágica que contar.

Hijole, pensándolo bien me hacen falta muchos nombres de historias fallidas donde indirectamente mi trato los confundió y al igual otras más donde yo fui la víctima y me rompieron trágicamente el corazón. Pero ahora no es a manera de pretensión querer hablar de todo esto, me he logrado librar del papel “chica volada” en estos cuatro años, de vez en cuando me aparece pero las cosas ya son muy diferentes.

El caso está que lo hago para justificar que tengo experiencia en este asunto y no es verdad que la mayoría de los hombres acepten abiertamente el hecho que una mujer dé el primer paso. Por lo general terminan asustados, juzgándote de loca y sin palabras en la boca y muchos no soportan ser ellos los conquistados, es algo que los confunde. Así que cuando escuchen a un tipo decir que le gustan las mujeres aventadas no les crean, boronas de machismo quedan en el mantel hasta de los masculinos más corriditos. Al momento de ser claras y convertirse en el “dream come true” de las minas modernas, la situación se les va de las manos y terminan buscando a las que los fatigan con preguntas como ¿y qué somos, a dónde vamos?

Vaya con esto si que he perdido el pudor, conté mi tan inestable conducta romántica. Pero todo esto ya me causa risa, porque al final con todos los citados terminé siendo una amiga muy querida y lo mejor es que me respetan y los respeto. Y también apuesto que si alguien me acaba de conocer hace poco y lee esto, no lo creería. Los que lo vivieron saben que fueron locuras de adolescentes y que al final “perro que ladra, no muerde”.

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