sábado, 12 de junio de 2010

Puntos de quiebre

Busco un punto de quiebre. De esos definitivos y fatalistas. De los que derrumban y arrasan con todo lo construido. Se hace latente la necesidad de limpiar y volver a tener un espacio pulcro que otra vez se pueda adornar.

El pasado comienza a guardarse en los cajones de la abuela, de esos que se ponen en la esquina del cuarto más abandonado de las casas. No es fácil deshacerse del pasado es por eso que lo prefiero guardar. A veces los recuerdos se cansan de danzar en los minutos del presente y se quedan tirados en el camino, pero a veces son demasiado buenos que es mejor archivarlos. Sin ellos no existe la referencia del ahora.

Las opciones de nuevo se redujeron. Ante la esfera asfixiante que cae sobre mi cabeza, y cada día aprieta más, mi existencia comienza a aburrirse. ¿Alguien se imagina la gravedad del asunto cuando se conversa sobre el aburimiento existencial? Ese mal crónico de las personas sin esperanza, eso dicen. Existe una pócima redentora que solo se puede usar en casos extremos. Porque también, a fuerzas de usarla, los remedios también pueden resultar predecibles.

Los grillos en mi consciencia están ladrando. Hace mucho que dejaron de cantar para ponerse a gritar de una manera desesperante. Y a pesar de ello, no los escucho, no entiendo que me dicen, no sé que quieren. Quizás estén profetizando lo que mis ojos van a ver en el futuro. Los grillos videntes, chamanes pinochescos.

La única solución sensata supongo que es la prudencia, la distancia y el silencio. Haz nada y verás que no habrá nada que haya quedado igual. La vida se encarga de arrastrar hasta lo que no quiere caminar, el tiempo se consume en sí.

La impotencia logró que extendiera mis manos. Ya no puedo sostener lo insostenible. No puedo sonreir cuando quiero llorar, ni llorar cuando tengo que sonreir. Creo que debería aceptar que caminar solo es un hecho inamovible. La soledad es eterna, el amor es fugaz, hasta el amor por uno.

¿De qué hablo? Ni yo misma lo sé. La vanidad es el demonio que me somete, mi verdugo. La quiero vender, quemar, regalar, cambiar...

Y otra vez, los puntos de quiebre son tan necesarios para poder avanzar.

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