martes, 29 de mayo de 2007

El Ser en la botella

Un día sin más, las notas musicales de canciones comunistas empezaron su camino hacia el oriente, sólo quedo una ligera brisa en las regiones de occidente, en aquello que se llama memoria o en aquellos señores empastados que celosamente guardan las ideas en formas de letras, que luego ojos ávidos de personajes que aún guardan Fe, leen y releen, tratando de acomodar la teoría a la praxis o viceversa, en la inteligible tarea de querer encerrar a un elefante dentro de una botella.

Yo nací en un país capitalista cuando la revolución institucionalizada ya había cauterizado cualquier ideal sublime socialista, entonces palabras como comunidad, hermandad, colectivo, proletariado, izquierda fueron sustituidas por progreso, modernidad, subdesarrollo y ya más grandecita: crisis, cambio de moneda, dólares, tratado de libre comercio, error de diciembre, deudas, hipotecas y el Barzón.

Quizás esas sean las razones de un sentimiento que me da lata, se puede considerar paranoico, pero es el motivo de esta verborrea. Así como se perciben las malas vibras, de la misma manera percibo el enfrascamiento del ser humano en si mismo. Lo colectivo se transformó en individualidad. Bueno o malo, la historia o quienes interpreten la historia lo juzgaran.

En las dos casas que he habitado siempre ha existido una televisión. Dicen los comunicólogos, psicólogos y sociólogos que lamentablemente la caja mediática se ha convertido en el lazo que reúne a la familia. Un mal que no ayuda a la comunicación de la familia porque enajena y evita el dialogo de cosas personales, a veces claves en la convivencia. Sin embargo, creo que una televisión por casa no la fractura del todo. Las reglas para ver televisión se rigen en mi familia por quien gana el control, el decide que ver y que comerciales saltar o cuales no, entonces el otro se somete a los gustos del primero y no hay negociación, entonces compartes la experiencia mediática con el otro. Estas ahí, lejos pero estas ahí.

Que no es lo mismo a lo que sucede en este momento, la televisión esta apagada. Mi hermana juega Mario Bros, mi hermano estudia en su recamara y yo escribo con audífonos en la lap top. Experiencia por la que me llaman niña autista o cada vez que prendo exclaman, “la perdimos”.

Y junto con ello me acuerdo de toda la serie de artefactos tecnológicos que existen para evadir al otro: teléfonos celulares, DVD portátiles, juegos de video, Ipods, hasta consoladores (jajaja). No creo que mi asombro llegue a sentimientos nostálgicos, porque a veces exceso de convivencia me nauseabunda, quizás sea por eso que nunca he estado en una fraternidad.

Sino que el trasfondo me da un poco de pavor, ya sé que es un tema trillado, casi como suena el comunismo en estos días, también eso puede llegar a ocupar el lugar de los temas sobados. Pero por algo Marx ideó un sistema alternativo, quizás porque percibió el futuro, la verdad yo no me lo imagino, pero me da para especular si un día amaneceré con ganas de envolverme en un trágico mutismo, el anonimato obligado y una soledad eterna.

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