Colecciones... disque.

Estoy preocupada, eso de que la inspiración se me seco, parece que es verdad. Y lo que más me preocupa es que me quede sin ideas para escribir los ensayos del taller. Uno de los tópicos es acerca de coleccionar algo, y la verdad es que nunca he tenido carácter de colector, para ello se necesita pasión en demasía por algo, paciencia y tener muy desarrollado el arte de cazar ¿qué es eso?

Ante tal reto parece que los ojos me giraron en 360 grados y comenzaron a buscar en mis cajones atestados algo que fuera más que 5 para considerarlo medianamente una colección. Y como el rasca-huele, la atmósfera se fue contaminando de descubrimientos.

En la secundaria cada viernes compraba con Don Celes, un hippie del tianguis, cantidad de pulseras, collares, anillos. Después no solo con él, sino el todos los puestos que me paraba. Aún conservo mucho de aquello y me sigue gustando pero ya no lo uso, ya me estorba traer tanta cosa colgada. No era colección en si, sino actos compulsivos de compra.

Y ya que tocamos las palabras “compulsivos de compras”, también me dio “Bolsitis” eso fue en la universidad. Logré una colección como de 15 bolsas. Negras, rojas, azules, blancas, doradas, rosas, cafés. Increíblemente un día se me acabaron las ganas o el presupuesto, no sé que fue primero, y tengo mucho tiempo sin comprar una, aunque se me antoja una big size, para que me quepa todo lo que una mujer supuestamente debe de cargar.

Pero esas colecciones, enfatizo, no eran más que compulsiones consumistas como me pueden dar con otras cosas como los zapatos o los aretes. No son colecciones de verdad y no tienen sentido, más que el carácter fashion del momento.

Aunque también por ahí tengo un montón de cosas que no se agruparon por una intención directa, sino por azahares del destino. Y aquí empieza lo interesante.

Un día me di cuenta que tengo siete cepillos de dientes ¡un exceso para una boca! Y nos es que este pendiente del último modelo o sepa de marcas, cerdas o la chucha. Sino más bien que cuando salgo de viaje hay dos cosas que siempre olvido, la pijama y el cepillo de dientes. Entonces me toca comprar uno en cada ciudad, hasta ahorita uno en San Luis Potosí, Ocotlan, Jiquilpan, Jalpa, Morelia, San Diego y los de Zacapu. Noticia de última hora, creo que son 9, hay dos nuevecitos de paquete en mi clóset (jajajajaja). Es hora de aceptar que soy un desmadre.

Algo también que me pueden pedir y siempre voy a tener, son playeras. Debido a que soy media entrometida, me apuntaba en todo donde las regalaban, tengo una fabulosa colección. Algunas con el logo de la U y hay de expoiteso, jornadas de comunicación, clases maestras de aerobics, clases maestras de yoga, Día del Iteso, Día del Egresado. También, las de Coesida, el Instituto de la Juventud, una de Scherman y una que otra por ahí que no recuerdo. Rojas, blancas, grises; pequeñas, medianas, grandes; conviven en un cajón porque hace tiempo que no me las pongo.

Pero da lo mismo, a eso se le llama cochinero, jajajajaja. No colección. Lo único, lo único que compro cada mes y no me pierdo ningún número, y a veces he la he buscado hasta por debajo del agua es a Replicante, la revista. Es de lo único digno que podría hablar.

En fin… me alargue como siempre. Y pues la conclusion con tilde en la o... es que no tengo ni la menor idea de que chuchas voy a decir de las colecciones... jajajaja.