miércoles, 8 de noviembre de 2006

Manifiesto de la Maldad Inocente.

Racionalmente se crearon categorías para aprender a distinguir entre lo bueno y lo malo, el frío y el calor, los ricos y los pobres, lo dulce y lo ácido: y sucesivamente, no se entiende uno sin el otro.

Entre lo bueno, están los buenos y entre los malo, obvio están los malos. Adjetivos calificativos que se les dan a los sujetos de acuerdo a sus actos. Los buenos siempre hacen el bien, no lastiman a los demás, todo mundo los quiere, su vida está repleta de agradecimientos y quizás también de decepciones ¡por qué alguna vez se pasaron de buenos!. Los malos en cambio son seres solitarios, temidos, tienen enemigos como cabellos en la cabeza, nadie los quiere y es común que les lancen injurias de todo tipo. Viven llenos de resentimiento y también de gusto ¡por qué alguna vez fueron lo suficientemente malos!

Es claro que el bueno y el malo son diferentes ¿pero cuál es el nexo que los une? La intención. Los dos sujetos manifiestan expresar una acción que repercute hacia los demás, hacerles bien o hacerles mal, en ambos existe esa fuerza ilocucionaria que dicta: goza o sufre.

¿Pero qué sucede cuando el acto consumado no fue ejecutado con la intención que se dibuja y da pie a interpretaciones? Seré clara, cuando lo bueno parece malo y lo malo parece bueno. Aquí la intención no dictamina el adjetivo del acto porque no fue decodificado de acuerdo al más puro e íntimo deseo del operante ¿y qué tal sino existió tal intención?

Sucede que estás malas interpretaciones son quizás a causa de ruidos en la comunicación entre el sujeto y su entorno, pero aún después aclarado el mensaje, la huella ha quedado marcada; tanto el bien o el daño hecho, son irreversibles. Cuando se obtiene el bien solemos no repara en ello, sino se olvida, hasta se agradece; pero si nos perjudica, la buena o la nula intención queda herida famélicamente sangrando en la alfombra.

Ya que ser un malo y quedar como bueno, es astuto. Pero ser un bueno y quedar como malo, es estúpido. ¿Pero valdrá el mote considerando que si bien no existió una mala intención se tenga que pagar por lo qué la interpretación arrojó? Es decir, uno no lo considera malo hasta que otro lo califica como tal, y es común que el afectado lo enjuicie subjetivamente, desde su propio dolor o humillación. Estás confusiones se dan cuando uno decide actuar en beneficio de uno mismo ¿y es acaso egoísmo? No, porque no tiene una intención maligna; más bien va impregnada de inocencia.

Y esa combinación entre la confusión sobre el episodio que lastima y la ingenuidad en la intención, da vida a la Maldad Inocente que se le puede definir como el conjunto de actos motivados por el móvil del eje individual no consciente que pueda herir a los demás. Ejemplos hay muchos, como no poder asistir al cumpleaños de un familiar por compromisos pactados por anterioridad, aceptar las invitaciones a salir como amiga de alguien que no te quiere para tal, ordenar una habitación sin que te lo hayan pedido, tomar algo prestado sin saber que el dueño se puede enojar etcétera. Es increíble la cantidad de actos que pueden hacer irritar a los demás.

Dado el caso y definida la cuestión, me declaro una maldita inocente. Ya que mis intenciones nunca fueron malas o quizás no existieron, mi maldad es el resultado simplemente de una mala interpretación.

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