lunes, 22 de noviembre de 2010

El dìa seis

La mañana era enemigo de sus ojos. Aùn tenìa que caminar largas cuadras para llegar a su casa y fumaba el ùltimo cigarro. Una noche sin dormir, ella no llegó a la casa.

Iba ausente, calentàndose el cuerpo con un café de máquina. Evitaba las miradas de los madrugadores, los animales de noche no encajan en la postal mañanera de un domingo en paz: ejercicio, dios y familia. La moralidad la alcanzó en un día siete, pero no la descubrió en el dìa seis.

Abrió la puerta de su casa, se metió en la ducha y se echo todas las cobijas encima, por fin podría dormir. Y apareció èl, con los labios morados y sus dosis de crack. -No te engañes princesa, tú vas a volver- Asustada abrió los ojos. Él ya no estaba.

Grito enojada, se golpeo varias veces la cara con la almohada y la rabieta la volviò a vencer. De nuevo él apareció, pero era demasiado ya, estaba agotada, no podía despertar.

-Princesa dame un beso, cosas como tú no me pasan todos los días, mìrate nada màs, estás bien buena. Me gustas mucho princesa. Eres diferente a las demás-. Ella se río cínicamente y dijo -estoy cansada, tengo muchas cosas que hacer, ¡Déjame en paz! ¡Quiero dormir!.

Se acercó a la princesa y le acariciò los pechos. -Princesa, la vida es hoy y es este momento, vamos a disfrutarla tú y yo. Empecemos otra vez sin pasados. Acompañame un rato, me fumo esto y te dejo ir. No me dejes solo princesa, tu no, tu eres buena.

-¡No me pongas tus sucias manos encima! No te acerques ni cinco milímetros Metistófeles. ¡Deja de tocarme por favor!

-Pobrecita de mi princesa, ¿ a poco no estás mojadita?, yo sé lo que te gusta. O qué ¿me vas a decir qué te sientes como un juego de porcelana fina manoseada en un mercado de pulgas? No me pongas esa cara, soy más astuto ¿eso era lo que pensabas horas atràs cuando jugabas a seducirme princesa?

-Tu no me entiendes, Metistòfeles. Anda vámonos a otro lugar, estoy muy cansada y aquí hace frio.

Bienvenidos, habitaciòn 202. Se abriò la puerta de un motel de paso. Sin espejos en el techo, sin sillones de piel ni estatuas de venus adornando los rincones. Una cama recién tendida sobre una base de cemento. Dos dulces de mantequilla de chocolate al lado del telèfono.

-Ya estàs en tu castillo Princesa. ¿No me digas que te mereces màs? Acuestate conmigo, yo te abrazo.

Ella se tendió sobre la cama. Él fumaba haciendo donas de humo y bebía una cerveza.

-¿Me abrazas? Tengo frio aún y estoy muy cansada. La besó en la frente y la rodeo con sus brazos. -¿Por qué estás conmigo princesa?- ¡Por qué eres un cabrón por qué más!. Metistófeles se rió.

-A las princesas como tú les gustan los cabrones. Niñitas bobas. Se contonean en sus vestiditos rosas, diciendo buenos días, si por favor y gracias. Se maquillan los labios de rosa y reparten besos, jurando su higiene. Mientras besan el cruxifico apretando el cuerpo de Jesús entre sus labios carnales.

-¿Quién soy? Dímelo tú. ¿Por qué te deseo? ¿Por qué estoy aquí? ¿ Por qué me dices princesa? ¿Soy una virgen o soy una puta? No te burles de mí.

Metistófeles la volteo boca a arriba. Le sujeto los dos brazos sobre la cama. Puso su rostro sobre su oído, le abrió las piernas y se dejo caer sobre ella. Le habló al oído -Porque eres mi princesa, porque tu mundo es este. Porque lo que quieres ser no lo eres. Porque no puedes librarte de mí. Tu eres la que me busca. Te empeñas en encontrarme cada vez que no puedes con tu cuento de decencia. Vienes y desfogas tu naturaleza conmigo. Mientes, muerdes, manipulas y te gusta. Y para no sentir remordimientos lo haces conmigo, para no hacerte responsable de los puñales que encajas princesa. Me gustas me princesa, me gustas mucho.

La princesa le mordió el cuello y se zafó de él. -¡Mientes, me mientes! No eres mi destino. "Soy más que la suma de todas mis acciones"; soy más fuerte que tú, si lo hago es porque puedo, no porque te necesito.

-Lo quiero ver princesa...

-¡Lo quieres ver!

La princesa se estrelló sobre la pared. Se clavó los pies, se clavò las manos y se dejo sangrar.

-Siempre haces lo mismo princesa, ya me das hueva, mucha hueva. Tu manía de siempre echar las cosas a perder. Tus moralismos de manual cristiano. Tus miedos que te esclavizan. No te confudas tontita, tu enemigo no soy yo. Mi pobrecita princesa, ya me volveras a buscar y me vas a encontrar con otro nombre, en otro lugar, pero será lo mismo. Ya no puedes cambiar. Abriste todas las puertas, estás marcada, ya no les pertences, eres mía princesa. Adiós.

-¡Metistófeles no te vayas, no me dejes aquí! ¡Voy a ser lo que me pidas! ¡Te voy a obedecer! Si te vas me muero. ¡Te amo! ¡Te amo!

El diablo se fué. Ella era mortal. Se desangró.

Ella no despertó. Murió en el día seis.

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