sábado, 13 de marzo de 2010

De vez en cuando, sola.

De vez en cuando me gusta vagar por la ciudad sin prisa y sin destino, con los ojos puestos en la ventana o a pie intercambiando ceras para descubrir casas viejas o rumbos nuevos. Me gusta ir con música en los oídos y las manos escondidas en las bolsas del pantalón. Casi siempre es Morrissey el que pasea conmigo, desde hace no mucho nació mi amor por el inglés, quizás se deba a que ya tenga cumplí los 26.

De vez en cuando me vas a encontrar en el parque leyendo recargada en el mismo árbol de siempre bajo los furiosos rayos de sol hasta que la piel se me torne enrojecida. Lo hago porque dicen que los baños de sol producen serotoninas y a veces ando tan escasa de eso que prefiero recargar cuando se puede. Otras veces quizás me encuentres acostada bocarriba sobre una banca, todo el tiempo escuchando folk y despeinada por el viento fresco que pasa por encima de mí. Me gusta el juego de luces que se hace con la sombra de las hojas, el viento y los rayos del sol. Es como si viera la sombra de un lago sobre mí.

De vez en cuando es posible que me topes en un café, aunque siempre pida cerveza. Me gusta sentarme en el rincón donde paso desapercibida pero puedo seguir todo el movimiento. Aunque la mayor parte de las veces tenga los ojos en la lectura o este como abstracta trazando garabatos en mi libreta. Las ideas se hacen letras.

De vez en cuando me escapo al cine y es un alivio no ir con nadie más, porque no importa si llego tarde, si lloro con la película, y si al otro le gustó la selección. Casi siempre voy a la misma sala y debo de confesar que únicamente por los filmes, ya que los asientos son incómodos y es un martirio estar más de una hora con las rodillas dobladas. Sin embargo admito que las historias siempre valen la pena.

De vez en cuando, sobretodo en mis cumpleaños y los años nuevos, me toca ir a comer al restaurante italiano. Dos copas de vino, un vaso de agua, son mis únicos acompañantes. Lo terrible del asunto es pararse al baño porque me toca dejar la mesa sola, eso me causa más angustia que las miradas de los otros cuando ven las demás silla vacías.

De vez en cuando, es más común cuando estoy harta, tomó el primer autobús y me pierdo en rumbos desconocidos. A veces me da miedo no tener ganas de volver, pero es igual siempre regreso. Me gusta el anonimato de un lugar ajeno, me gusta sentir qué otra vez estoy en un lugar nuevo. Prefiero viajar de noche, sentarme junto a la ventana y no compartir el asiento de al lado.

Y así paso muchos días felices de mi vida: De vez en cuando, sola.

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