domingo, 4 de junio de 2006

Encuentro con la Lola parte II.

Habían pasado ya varios meses desde la última vez que nos encontramos en aquella cantina arrabalera y volverla a ver era simplemente cubrir con la cuota del destino, aunque siempre tratamos de escondernos una de la otra, al final eso nos resulta imposible.

Me saltó el corazón al verla caminar tan segura de si misma, iba cuidando en cada reflejo los pequeños detalles que hacen a la gran vanidad, se acomodaba el cabello, revisaba el maquillaje y miraba su silueta, si bien no es dueña de un cuerpo escultural ella sabe que esa curva que se hace entre su cintura y su trasero, a veces roba miradas. En si, no era la mujer de hace meses, verla parecía estar presenciando un milagro, no quedaba ya nada ninguna seña de dolor que cargan aquellas mujeres que son abandonadas.

Comencé a seguirla automáticamente debido a la gran admiración que me provocó, mis ojos saltaban igual que el balanceo de su cuerpo, miré la fuerza con la que pisaba y escuché el eco ritmico de sus tacones, subí la miraba y me percate del candente movimiento de su cintura y ahí fue donde encontré la razón de su acelerado cambio, la Lola regresó a la batalla.

La admiración que sentí de momento se transformo poco a poco en angustia. La Lola, es una veterana de guerra, es adicta a caminar sobre el trapecio entre el si y el no, sin malla de protección y con los ojos cerrados. Conozco sus historias por eso me atrevo a decirlo, a pesar del exceso de brillo que en estos momentos se desprende de sus ojos, si se mira de cerca estos están secos, se quedaron sin lagrimas.

Si, ella ha sufrido mucho porque el amor la engaña, la lastima, la confunde; ninguna historia ha fraguado de la manera en que ella quisiera, en una relación estable con sentimientos infinitos. Todos los nombres que sus labios han pronunciado se quedan solo en un espejismo, pero viéndola ahora tan ilusionada con su nueva aventura, sé que nunca dejara de perseguir al amor aunque lo haga por caminos equivocados.

Aceleré mis pasos, cuando por fin la alcancé la tomé fuertemente del brazo y la detuve. Cuando vio mi cara se que pudo leer mi angustia, quiso zafarse pero no la deje. Me miraba con rabia pidiéndome que la dejara ir y entonces trate de asesinar sus ilusiones y sus bríos hablándole de ella, de su pasado, de sus fracasos. No se porque actué de esa manera, no logro adivinar si fue un impulso de protección o de envidia. Solo se que aguantó sin pegarme una bofetada porque mientras hablaba le enterraba las uñas en los brazos, yo deseaba que sintiera de nuevo el dolor de hace meses.
Me escucho callada y dejo que terminara, cuando logré calmarme se zafo, me tomó de los hombros y me habló directo a los ojos – No me pidas que aluda a la razón porque mis instintos son insaciables- me dijo. Se dio la media vuelta, se acomodo el cabello, checo su maquillaje, se ajusto la ropa y retomó su camino, con la misma fuerza y voluntad que hizo que yo me desvaneciera mezclándome con la atmósfera de aquel cielo, donde la luna y las estrellas esa noche se consumían intensamente.

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