miércoles, 29 de julio de 2009

No escribo...

Deberías de escribirlo, esa frase la he escuchado más de tres veces ¿pueden tener razón?, no lo sé, tres es un número determinante que se usa para las amenazas, golpes de suerte y cualquier tipo de artilugio.

Uno, es la primera oportunidad para tratar el asunto y se sabe que siempre se falla con el primer intento; sin embargo siempre existe la segunda vez y llegamos hasta ella gracias al impulso de la esperanza, pero somos tercos, entonces la tercera es la definitiva y ahí se queda todo. Las cuartas, las quintas y las sextas son para pendejos o obsesivos, depende desde el punto de vista que se quiera ver.

Y ya es la tercera y no hago caso. Es por eso que quizá empiece con esto no quiero caer en juicios por falta de voluntad. La verdad es que no tengo ideas pero si tengo anécdotas y muchas. Pero me pregunto ¿valdrá la pena contarlas? ¿Para qué empezar a escribir una autobiografía a mis 25 años sin tener en qué sustentar mi importancia en el mundo?

¿Por qué alguien más leería mis historias? ¿Para reírse un rato, averiguar mis secretos y sentirse después dueño de mi vida? ¿O para saciar su morbo con las cosas que nunca me creyó capaz de hacer? Escribirlo sería como condenarme, me quedaría sin secretos y siempre he dicho que sobre toda luz hay una sombra que la hace más intensa. Entonces escribo para decir que no lo voy a escribir.

Eso se puede quedar en mi memoria anecdótica, y vaya que la tengo. Siempre he dicho que está bastante desarrollada debido a mi interés por las historias. Y prefiero ir contándolas en su momento, y poder manipularlas a mi antojo cuantas veces sea necesario. Si las escribo jamás las voy a poder modificarlas. Las palabras, los datos, la información, las ideas deambulan libres por la mente, una vez puestas sobre papel ya no pueden cambiar. Nunca jamás. Lo dicho, dicho está. Es lo aburrido de la inmortalidad, no se pude volver a refrendar la imagen que se dejo.

Los vampiros sedientos de ver como relato mi propia condena, atándome con mis palabras y hablado de más, seguirán esperando. Por ahora no estoy dispuesta a desangrarlo todo. Lo haré cuando todos mueran para no tener que cambiarles el nombre, o decepcionarlos cuando les cuente toda la verdad.
Y está vez es la tercera vez que digo no. No lo voy a hacer hasta que no encuentre una razón inteligente porque hacerlo.

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