martes, 28 de diciembre de 2010

Que me trague la vorágine

Llevo como 15 minutos viendo como parpadea el cursor…

¿Por qué abrí un post nuevo en el blog? Ni yo misma lo sé. Suena estúpido, quizás lo sea. Pero no puedo escribir porque no puedo dejar de escuchar un nuevo disco lleno de “guitarrazos”, con bajos estridentes y baterías potentes. Encontrar algo que te gusta, es como volver a ti, a la esencia más pura de quien eres, lejos de la contaminación de la cotidianeidad.

Quizás de eso quiero escribir, de esos momentos en que te vuelves a colorear, en que disfrutas quien eres y lo que tienes. Lejos de las poses, las mascaras, las omisiones y las verdades a medias. La existencia sin un rol de actriz. La existencia sin espejos. No importa el color de piel, el sexo, la procedencia, el estatus, el dinero ni de las deudas. No importan los problemas, los asuntos pendientes, los deberes, cuanto sepas o que sepas hacer.

Curiosa esa necesidad de envolverse en una pausa momentánea. Son sin duda las delicias de la soledad, de la invidualidad. El ejercicio de reconocerse original y único en su tipo. Los colores son una ilusión óptica, las personas también llegan a ser una interpretación de los sentidos, y a veces no hay más certeza de lo que se siente dentro y no se puede explicar.

Creo que por eso buscamos estilos, motivos, ideas, etc. Aquello que nos sirva para definirnos, para nosotros y para los demás. Son los momentos íntimos y los pequeños detalles los que se imprimen en el halo que deja nuestra existencia. Son esas cosas imperceptibles que dan la respuesta a las grandes complejidades.

Y a veces solo basta escuchar, aspirar, fusionarse con lo que todos dan por obvio; para descubrir la infinita gama del “Ser”. Y es necesario retroalimentar y retroalimentar.

A estas alturas del partido ya no me da miedo saltar al abismo con los ojos cerrados, o despegar los pies del suelo para estrellarme con el infinito. Creo que la cuerda a la tierra no no se ve amenazada por las situaciones fuera de control, sino de la capacidad de disfrutarlas y aterrizar a salvo.

Y para eso son estos momentos que te hacen volver. El riesgo no consiste en darlo o en restringir todo, el riesgo existe en no intentarlo. La omisión tiene dos fuentes, el miedo y la falta de interés. La vorágine traga, y el único salvavida es tener la certeza de que se quiere caer a ciegas o volar sin límites. Cosas que no te hacen débil, sino que te hacen más fuerte.

3 comentarios: