sábado, 5 de julio de 2008

Réquiem para la historia más bella de amor

Antes de protagonizar la historia más bella de amor, aprendí a tomarle la temperatura a las relaciones, tarea que tiene su cierto grado de dificultad porque hay que ser muy perceptivos, los más mínimos detalles te pronostican un acontecimiento mayor, no por algo dicen que de gota en gota el vaso se agota. Y así sucedió, un día se me vino la tormenta encima y caí en la cuenta que las despedidas largas son tediosas y desgastan. Los duelos son necesario pero entre más rápido mejor. Las agonías intensas no sirven de mucho, nadie premia el sufrimiento.

Y regresando a la historia más bella de amor, debo decir que por ahora el termómetro avanza hacia lo frío. Y quizás alguien me diga que estoy equivocada o estoy siendo demasiado drástica, puede ser que tenga razón, pero sino lo fuera entonces no seria yo, seria cualquier otra mujer con cualquier otra historia, y no es que me autodeclare “la mujer más especial” sin embargo siempre me empeño en ser distinta.

Y a estas alturas del relato es hora de decir que el amor no es absoluto, el amor es relativo. Aunque alguien me diga que en el mundo que vivimos está regido por las leyes físicas de Newton y no por las relativas de Einsten, es relativo porque alguien te puede querer y hacerte daño; es relativo porque no te sirve que te quieran sino te lo demuestran; es relativo porque por amor se puede prometer y nunca asumir los compromisos; es relativo, porque aunque esa persona me diga que soy lo más especial es su vida, eso no parece…

Quizás ante los puntos de vista externos tenga que asumir que a lo mejor soy muy exigente, pero díganme ¿acaso no se cree que quien lo da todo merece una recompensa? Por eso la disciplina, la constancia y la responsabilidad son valores que la sociedad tiene muy altos.

Y yo, por la historia más bella de amor lo di todo. Lo más significante para mi es que por esa relación me incite a madurar, a hacer un cambio en mi. Deje una forma de vida, y ello me implicó muchas perdidas: amigos, rutinas, sueños; y aún así, agradezco todo lo que gané por todo aquello que perdí. La vida es un constante trueque, y siempre hay que arriesgar.

Quizás sea por eso que ya no este a mi alcance hacer algo porque la historia más bella de amor siga viva, debo de reconocer que se me agotaron las ideas y se me acabaron los motivos. Me hirieron la indiferencia, el orgullo, la inseguridad. Las palabras que necesitaba escuchar nunca aparecieron en el momento adecuado y las que no también, como aquella que dice “antes me era fácil quererte, ahora ya no sé”, una que escuché en el momento más inoportuno.

Se apaga la historia más bella de amor, y eso me hace llorar. Ni siquiera es fácil dejar ir a tantos planes que terminaron en sueños. No es sencillo volver a construirme una vida sin la compañía del hombre que hasta estos momentos sigo queriendo. Pero tengo que seguir adelante y no negarme a la realidad.

¿Cuál realidad? Aquí la respuesta. Yo desde hace meses deje de ser para él un amor real y me convertí en un platónico. Los amores reales sólo funcionan en los anhelos, en todo aquello que deseamos alcanzar y no podemos, y ahí radica su fuerza y su magia, en que son prácticamente imposibles. Si un anhelo se realiza pierde su vigencia y deja de ser atractivo.

Aquí está la diferencia: él me quiere en el ideal, en los sueños, en lo profundo. Yo a él lo quiero en la realidad, en el presente, en lo común. Y ese es el motivo por lo que la historia más bella de amor está llegando a su fin.

Solo espero que tengamos los dos la fortuna de volver a encontrar el amor.

1 comentario:

  1. Oviedo... ya me lo habian recomendado.

    Pues si, uno toma sus cosas, su vida y a seguir.

    Gracias por tus palabras

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